jueves, 14 de octubre de 2010

EL EXITO SEGUN DIOS

El éxito según Dios
¿Cómo mide usted su verdadero valor?


por Charles F. Stanley

Vivimos en un mundo donde todos parecen preocuparse por el éxito. La televisión, la Internet, la radio y las revistas nos dan una visión de conjunto de los ganadores —y de los perdedores— del mundo.

Pero, ¿qué significa tener éxito en la vida? Es más, sabiendo cómo ve el mundo a las personas exitosas, y considerando las maneras negativas como se esfuerzan muchos para lograr el éxito personal, ¿es una aspiración correcta el desear tener éxito?

Déjeme responder a esa pregunta desde el principio: Sí. Como seguidores del Señor Jesucristo, no sólo tenemos permitido luchar por lograr el éxito; estamos llamados a hacerlo. Dios está inmensamente interesado en nuestros triunfos, pero, como seres pecadores, a menudo tenemos cierta confusión en cuanto a esto. Por tanto, debemos empezar por tener claro lo que es una buena y verdadera definición del éxito.

¿Qué es el éxito?

La mayoría de las veces, el mundo define a esta palabra simplemente como la capacidad de una persona de lograr sus objetivos personales. Por ejemplo, un entrenador de fútbol se considerará exitoso si gana todos los partidos. O un estudiante si logra la máxima calificación en cada asignatura. Por eso, puede ser difícil tener una definición que todos podamos aceptar, ya que la medida depende a menudo de nuestras metas individuales.

Debemos, más bien, hacernos la pregunta, ¿Qué es lo que haría que Dios me vea como una persona exitosa? La perspectiva del mundo fluctúa, pero el concepto del Señor es constante: para el Señor, mi mayor éxito es el deseo de que siga siendo la persona que Él me ha llamado a ser, y que alcance las metas que Él me ha ayudado a establecer.

Deje, por un momento, que estas palabras penetren hondamente en su conciencia; léalas de nuevo, esta vez en voz alta. Todo lo demás que le diré sobre el éxito, depende de la crucial afirmación anterior; así que, asegúrese de comprenderlo.

Hay dos elementos importantes en la declaración. Primero, que nuestro éxito depende de ser lo que Dios quiere que seamos. Segundo, que depende de hacer lo que Él nos llama a hacer. En ambas áreas, Dios es lo primordial. Nuestro objetivo es entender plenamente lo que Él ha determinado para nosotros. Por tanto, nuestras victorias le pertenecen a Él en última instancia, y Él merece todo el reconocimiento.

Usted no puede tener éxito si deja a Dios fuera de su vida. Ahora bien, de acuerdo a los esquemas del mundo, podrá parecer que "lo tiene todo", pero ¿cuál es el valor eterno de la fama y la fortuna? Es cierto que no hay nada intrínsecamente malo en estas cosas, pero debemos vencer la idea de que "FAMA + FORTUNA = ÉXITO". El dinero y la fama no pueden dar paz, gozo, amor y contentamiento duraderos, ni tampoco la seguridad eterna, que sólo están disponibles a través del amor de Dios en Jesucristo.

Los cristianos no necesitamos llevarnos nuestros tesoros, porque ya los hemos enviado anticipadamente. Al buscar tener una vida motivada por objetivos piadosos, ya estamos acumulando un gran tesoro en el cielo (Mt 6.20, 21). Por tanto, nuestro verdadero valor se medirá por nuestra recompensa eterna, no por nuestra riqueza terrenal.

Usted podrá preguntar: "¿Debemos, entonces, despreciar las riquezas materiales?" No, en absoluto. Pero tenemos que ser muy claros, la fama y la fortuna pueden ser los resultados externos del éxito, pero ellas no son un éxito en sí mismas. Recuerde que éxito no es lo que usted tiene, sino lo que es. En su sentido más puro, éxito es simplemente ser la persona que Dios le ha llamado a ser.

Si pensamos de esta manera, ¡sin duda que Dios estará interesado en nuestro éxito! Y no sólo estará interesado, sino que deliberadamente nos animará a triunfar. La Biblia ofrece cuatro pruebas:

Primero, Dios planea que triunfemos. Vemos esto en la vida de muchos hombres y mujeres de la Biblia. Por ejemplo, ¿recuerda usted la historia de José en Génesis, capítulos 37-50? Según el esquema del mundo, José estaba condenado al fracaso desde el principio. El joven hebreo había sido maltratado y vendido como esclavo por sus propios hermanos, y durante años tuvo una vida como esclavo y preso. Pero, en todo lo que José hizo, Dios lo hizo prosperar.

En estos importantes capítulos de Génesis, vemos a José como un joven pastor, luego como un esclavo, más tarde como un preso y, al final, ¡como el primer ministro de Egipto! Dios, sin duda, había planeado el éxito de su siervo fiel, aun en esos años cuando todo parecía perdido.

Las Escrituras ofrecen relatos semejantes. Moisés, David, Nehemías y Josué muestran este mismo tipo de plan divino que los haría famosos. Y, por supuesto, no nos olvidemos de los apóstoles; florecieron en el primer siglo, y llevaron las buenas nuevas de salvación a todo el mundo. Usted tiene, sin duda, que considerar que la misión fue un éxito, o no tendríamos hoy iglesias ni las palabras de Jesucristo, en absoluto.

En cada uno de estos ejemplos, las personas descubrieron lo que el Señor quería que hicieran; dedicaron sus vidas a ello; se dejaron guiar por los preceptos divinos; y lograron sus metas. A los ojos de Dios, todos ellos fueron exitosos.

Segundo, Dios provee para nuestro éxito. Tengo estantes de libros sobre el tema del éxito, y todavía no he encontrado un principio básico del éxito que no se encuentre también en la Palabra de Dios. La Biblia contiene todos los conceptos fundamentales sobre el éxito, que he encontrado en cualquier otro libro. Los diferentes autores pueden tomar de la Biblia una idea y escribir un libro sobre ella, pero ellos no crearon el principio.

Algo que he visto a menudo mencionado en estos libros es la necesidad absoluta de la fe. Ahora bien, algunos autores pueden decir que el éxito depende de la fe en uno mismo, mientras que otros apuntan a la creencia en algún "poder superior". Pero, como seguidores de Jesucristo, podemos señalar esa fuente de nuestra fortaleza: es Dios todopoderoso, quien cuida de nosotros. Es que sólo Dios es el autor del éxito. Sin Él, una persona sólo conocerá el fracaso.

Tercero, Dios nos prepara para el éxito. Porque nos llama a ser luces en un mundo de tinieblas, Él nos ha dado lo que necesitamos para ser hombres y mujeres de éxito. Por ejemplo, cada creyente ha recibido ciertas capacidades o dones espirituales. Son regalos maravillosos que nos permiten hacer las cosas que el Señor nos llama a realizar.

El Señor también nos ha equipado al dar a cada creyente el Espíritu Santo. Él nos pone en contacto íntimo con el Padre celestial, da poder a nuestra vida diaria, nos enseña las cosas de Dios, y nos da su discernimiento. En el poder del Espíritu Santo podemos tomar decisiones asombrosas inspiradas por Dios. Es que Dios no ha creado a las personas para que fracasen. Eso a Él no le daría ninguna gloria. Al contrario, nos da lo que necesitamos para que tengamos éxito en lo que Él nos ha llamado a hacer.

Cuarto, Dios nos promete el éxito. Usted podría decir: "Bueno, si Dios me ha prometido el éxito, entonces en el camino se equivocó". No, no ha sido así. Si estamos teniendo problemas para tener éxito en algunas áreas de nuestras vidas, es posible que seamos nosotros quienes hemos perdido la brújula.

¿Qué le dijo el Señor a Josué? Que se esforzara y fuera valiente, que obedeciera su Palabra, y sus mandamientos. ¿Cuál sería el resultado? "Harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien" (Jos 1.7, 8). La fórmula para el éxito está escrita en la Biblia.

Condiciones para el éxito

Aquí tenemos, entonces, lo que no podemos perder de vista: Dios puede haber planeado, provisto, equipado y prometido, pero nuestro éxito personal tiene algunas condiciones. En realidad, el Señor no nos hará exitosos sin que hagamos nuestra parte.

Por tanto, debemos prestar atención a tres condiciones específicas:

1. Debemos fijarnos metas dadas por Dios. Busque la voluntad del Señor, y tenga metas tangibles para lo que Él quiere llevar a cabo. Su voluntad no sucede por accidente; debemos tomar la decisión de buscar a Dios.
2. Debemos andar en obediencia delante del Padre en la consecución de estos objetivos. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos ayude a triunfar en la vida, si preferimos desobedecer los principios de su Palabra? La Biblia nos dice cómo vivir; tenemos que someternos a su dirección para lograr las metas que nos hemos fijado.
3. Debemos confiar plenamente en el Espíritu Santo, poniendo en práctica los principios del éxito dados por Dios. No podemos ir por la vida actuando como el hombre orquesta, que lo hace todo solo. Podemos tener éxito en Cristo sólo cuando nos sometemos por completo a la dirección del Espíritu de Dios.

El Señor define nuestras metas y nos equipa para lograrlas, nunca debemos avergonzarnos de reclamar las bendiciones que Él da con ese propósito. Por tanto, debemos hacer un alto y analizar nuestra definición del éxito a la luz de la Palabra. En verdad hay sólo una manera de lograr el éxito: la manera de Dios.